Arcos de la Llana


Historia

Antiguamente se encontraba completamente amurallado. Se entraba al pueblo a través de unos arcos de piedra que le dan su nombre. Actualmente quedan dos de ellos; uno coronado con las armas imperiales de Carlos V, y otro perteneciente al patio del palacio. Una cosa curiosa que nos contó un hombre del pueblo es que Arcos de la Llana se llama así debido a que en la mayoría de las casas del pueblo había un arco en la puerta de entrada. Hoy en día sólo quedan uno o dos gracias al interés de sus dueños de mantener lo antiguo, lo tradicional. El nombre de ARCOS es el original, el que aparece en los primeros documentos escritos. El apellido DE LA LLANA es muy posterior y hace referencia a un mercado establecido en él.

Arcos de la Llana surgió probablemente sobre un antiguo doblamiento. D. Luciano Huidobro de la Serna descubrió un yacimiento romano de escasa importancia, según el mismo autor, cuyos hallazgos corresponden a los términos "Llano Corral" y "San Lázaro". En algunos documentos del siglo X ya aparece citada la villa de Arcos (957). Un siglo después, el 9 de diciembre del año 1072, el Rey Alfonso VI de León y Castilla entregó la villa con todas sus pertenencias a la Abadía de San Pedro Cardeña. Posteriormente Alfonso VII entregó el lugar al Hospital del Emperador de la ciudad de Burgos (1123). En 1128 el mismo rey castellano hizo donación solemne del Hospital del Emperador con todas sus pertenencias a la mitra burgalesa, ostentando desde entonces los obispos y arzobispos de Burgos el título de señores de Arcos, en cuyo recinto tuvieron los prelados durante siglos un confortable palacio. En 1565, con ocasión de la peste, el regimiento de la cuidad de Burgos se trasladó durante varios meses a la villa de Arcos. También residió en la villa Doña Juana I de Castilla "La Loca" en 1507 acompañada del cadáver de su esposo, Don Felipe I de Castilla "El Hermoso", poco antes de ser definitivamente encerrada en tierras de Valladolid. La presencia de la reina y su corte en Arcos y las frecuentes visitas de su padre Don Fernando II de Aragón "El Católico" hicieron de la villa centro de importantes decisiones políticas. Doña Juana I, hija de los Reyes Católicos, llega a Arcos el 9 de octubre de 1507, después de haber estado 10 meses llevando a su esposo Felipe el Hermoso, por caminos y pueblos de las provincias de Burgos y Palencia en su errático peregrinar hacia Granada. A continuación, un párrafo del cronista de aquella corte que viaja con la Reina, Pedro Mártir de Anglería: "Una vez restablecido el orden en Burgos, el Rey (Fernando El Católico) forzó a su hija (Juana) a que buscase una ciudad más amplia, para desde Santa María del Campo trasladar a ella la Corte. Accedió a los mandatos de su padre. Partimos, pues, cada uno según su costumbre: durante el día el Rey, la Reina en jornadas nocturnas, acompañada del fúnebre carro y de sus dos hijos Fernando y Catalina, nacidos en España. A quince leguas se encuentra la villa de Arcos, en el camino que conduce recto a Burgos. Por aquí andabamos, cuando la Reina, que en un principio desconocía hacia donde era conducida, rehusó proseguir, diciendo que nunca más en su vida quería visitar de Burgos, donde fue privada de su marido. Allí nos instalamos de pie quieto, ella y nosotros sus acompañantes, Luís Ferrer, embajador del Rey, el Obispo de Málaga, el de Mondoñedo y yo, con multitud de franciscanos y de frailes de la Cartuja de Miraflores. El Rey, a su vez, con los demás se encaminó a Burgos, así cada cual vamos por distinto lado. El 9 de octubre nos metió en esta villa". Juana I de Castilla, permaneció en Arcos durante 16 meses.

Durante este tiempo, Arcos fue junto a Burgos, sede de la corte de la corona de Castilla. Arcos fue conocido antiguamente por sus viveros de árboles. En el siglo XIX, Pascual Madoz, en su diccionario, hace referencia a la existencia de tres palacios, a parte del Palacio Arzobispal. Dos de ellos corresponden al conde de Berberana (uno en buen estado) y otro al marqués de Lorca (derruido).   Arcos pertenecía y fue durante bastantes siglos un señorío del arzobispo de Burgos. Éste se encargaba de nombrar al alcalde mayor, al teniente alcalde y al escribano. Con esto se da a conocer la importancia de los poderes eclesiásticos.